Autora Gladys Milena Vargas
Sin duda alguna la evaluación es un proceso que hace parte fundamental del ser humano. Actos como el definir el tipo de auto a comprar, los alimentos que debemos consumir, las horas de sueño, son elementos que conducen a evaluar constantemente. En la educación, este proceso es vital por cuanto permite determinar qué, a quién, cómo, cuándo, cuánto, con qué, por qué y para qué evaluar.
El determinar qué evaluar implica sumergirnos en lo conceptual, procedimental y actitudinal, en los niveles de dominio de esos conocimientos y en el desarrollo de las habilidades, destrezas y actitudes que conducen a su construcción. Evaluar el qué también implica poder determinar, partiendo de los elementos anteriores, las competencias que queremos analizar y su alcance en los procesos formativos. Así mismo, este aspecto de la evaluación remite a los elementos propios de la disciplina, a los elementos interdisciplinares, a los componentes propios de los programas que la configuran y a la forma como estos se implican en la formación del futuro ciudadano y profesional para el ejercicio de su labor. Desde esta mirada, el enfoque estaría ligado al análisis de los elementos propios de las competencias fundamentales, específicas y genéricas que un ser humano debería desarrollar a lo largo de vida y que son el objeto de estudio de la evaluación de los aprendizajes.
Ahora bien, evaluar implica determinar a quién evaluamos, en este sentido, se enfoca el diseño de los procesos de evaluación al tipo de seres humanos con los que estamos trabajando en las aulas, a sus diferentes estilos y ritmos de aprendizaje, a las formas en que comunican lo que aprenden, a las necesidades educativas que tienen, a sus niveles de desarrollo, a sus procesos cognitivos y a sus contextos, sean estos interno o socioeconómico; así como a su perfil personal y profesional.
Indicar el cómo evaluar implica determinar la naturaleza del acto evaluativo, requiere de la definición de los momentos de evaluación sean estos de carácter diagnóstico, formativo o sumativo; de las maneras de hacerlo, ya sea a modo de autoevaluación, coevaluación o heteroevaluación; depende también de los espacios de interacción para la retroalimentación efectiva y para el análisis de los resultados a fin de generar cambios en la manera en que se está evaluando.
Determinar el cuándo sugiere el estar atentos a una estructura cronológica, que indique una secuencialidad en el acto de evaluar, no en desorden, no a ultima hora, no porque sí, o de acuerdo con estados de ánimo; evaluar supone generar un orden de tiempos que indique que la evaluación va a ser continua, procesual, flexible, sistemática y organizada de acuerdo con los procesos de enseñanza y de aprendizaje.
Evaluar teniendo en cuenta cuánto implica tener en cuenta los alcances del acto evaluativo, determinar los procesos de carácter cognitivo, afectivo, sicomotor, metacognitivo a nivel superior e inferior y sus desempeños; requiere de una mirada profunda al objeto de evaluación y sus formas, sus clasificaciones, configuraciones y las formas de ponerlo en tierra firme para determinar hasta donde debe llegar el evaluado y entender el por qué de esa decisión.
Tener en cuenta el con qué evaluar implica el diseño de unos instrumentos y técnicas que respondan a lo que se quiere evaluar, que indiquen si lo que se ha trabajado con los evaluados, se ha logrado configurar en su estructura cognitiva. Los instrumentos y técnicas deben ser elaborados por el docente partiendo de su contexto y de las particularidades de lo que pretende evaluar, por ello no es conveniente el uso de instrumentos ya existentes sin tener en cuenta su utilidad en el acto evaluativo.
Finalmente pensar en el por qué y para qué evaluar conduce a una reflexión en torno a la importancia de los procesos de evaluación del aprendizaje para determinar si se ha logrado lo propuesto, si somos efectivos a la hora de enseñar y ello ha conducido a los evaluados a aprender, si podemos avanzar o debemos detenernos un poco, si hay que reconfigurar la manera en la que estamos trabajando o podemos seguir así, también pensar en el por qué y para qué evaluar nos conduce a entender la importancia de conocer y entender a nuestros estudiantes a fondo, a través de la evaluación. Evaluar teniendo en cuenta estos aspectos implica darle valor a la labor de educar y a la influencia en las vidas de quienes tenemos a nuestro cargo