Gladys Milena Vargas Beltrán
Indudablemente, la labor del maestro va más allá de la transmisión de conocimientos. Su rol debe perfilarse desde esa capacidad de convocar a los estudiantes y llevarlos a niveles de reflexión en torno a su vida, su cotidianidad y al poder de esa reflexión para la transformación de su realidad.
La lectura del ser no es asunto fácil, conlleva elementos de carácter sicológico, antropológico, sociológico, pedagógico, entre otros. Pero este proceso puede darse también, partiendo de una lectura desde el sentido del ser, desde lo estructural, desde su esencia sintáctica, como también desde la semántica, atendiendo a su capacidad relacional, prágmática y de visión de mundo.
Por todo ello, la construcción de sentido se convierte en una herramienta que permite acceder a ese universo complejo llamado ser humano. Esta construcción, ocupa un papel fundamental puesto que se constituye en esa lectura de carácter hermenéutico del ser, que le lleva a reconocerse, a leer sus necesidades, desaciertos, habilidades y potencialidades desde una perspectiva objetiva y estructurada.
La construcción de sentido puede erguirse como la herramienta capaz de posibilitar acciones que llevan a un conocimiento de la persona en sí misma, en el otro y en la sociedad a la cual pertenece. Desde esta lógica, la construcción de sentido conduce a reconocer quiénes somos, cuál es el sentido de nuestra vida y desde qué perspectiva podemos comprender lo que el mundo nos dice cada día.
Pero ¿cómo puede el docente en su rol desarrollar procesos encaminados a la construcción del sentido del ser?
En primer lugar, el docente debe tener en cuenta que la existencia cobra sentido en la medida que permite retomar los saberes previos y las experiencias vividas como un insumo para reconocer los puntos de partida, los estados iniciales, el desconocimiento de la propia persona y la falta de proyección para su existencia.
En segundo lugar, será necesario, encaminar esa construcción de sentidos, a un ejercicio de reconocimiento, en el que, a través de ejercicios como la autobiografía, el estudiante sea capaz de determinar que ha hecho hasta ahora y qué sentido ha tenido este recorrido.
En tercer lugar, debe generarse un espacio de encuentro con el otro, en el que se comparta este reconocimiento y se exploren sentimientos en común, se aclaren dudas y se entienda que no se es único en el universo, sino que otros seres comparten las mismas vivencias en muchas ocasiones.
Finalmente, será vital proyectar estos ejercicios a lo que viene, al proyecto de vida, encaminando las reflexiones al sentido del ser, a su existencia en este mundo, a su relación con otros y a la forma como ve su futuro.
Realizar procesos de construcción de sentido como vemos no es tarea fácil, sin embargo, se convierte en una herramienta poderosa capaz de llevar a cada persona a un nivel de autoconocimiento impresionante, de generar sentido a lo que vive, a lo que hace cada día, sentido frente a lo que busca para su existencia y sentido de lo que es y cómo se siente ante los otros.